Una curiosa visita
Salió de nuestras instalaciones concebida, diseñada, montada con mimo, probada y bendecida.
Corría el año 67. Algunos de quienes le dieron vida hoy ya nos dejaron, otros peinan canas o están de retirada. Tantas cosas han cambiado en EMICA y en nuestro entorno… Pero en lo fundamental seguimos representando los mismos valores… Y ponemos el mismo empeño.
Dos generaciones latiendo, ahí es nada, y la vemos entrar como lo haría una persona entrada en años con achaques propios de la edad, o tan sólo siguiendo un chequeo de rutina.
“No cabe duda; mírala, es una bomba EMICA”
Los que la examinan se preguntarán la cantidad de líquido que habrá sido capaz de trasegar durante tantos años, las historias que contaría si pudiera hablar. Fue testigo mudo de las guerras de Vietnam y la de los Seis Días, entre muchas otras, de la dictadura, del estreno de la democracia, los hippies, la conquista de la Luna, la caída del muro…
Así que resulta sorprendente cada vez que una bomba vuelve a tocar nuestra puerta y leemos en su placa lo que grabamos entonces, hace tantos años…
Un cambio de cojinetes, empaquetaduras y juntas nuevas, un retoque por aquí, otro por allá, un poco de grasa y las pruebas de funcionamiento. Perfecto; goza de la salud de un chaval. El operario la mira casi con ternura y pasa su mano suavemente por el cuerpo de robusto metal de fundición. Hace un chasquido y podría jurar que la bomba le ha devuelto un guiño.
Ahí la tenemos, en reluciente azul EMICA, exultante y lista para seguir bombeando quién sabe cuántos millones de litros más.
Y quizás vuelva, y los que hoy le han hecho el lifting ya no estén, o peinen canas, o estén de retirada.
Es lo que tienen las cosas hechas a conciencia, con cariño y maestría artesanal.
Que nos sobreviven.